Drabble SasuSaku "Jueves, 23 de julio"

Titulo: Jueves, 23 de julio


Aunque era un día especial, él se encontraba solo. Sasuke, decidido a no deprimirse, salió de su apartamento a dar un paseo, absorto en sus pensamientos.

Sin notarlo, terminó por uno de los tantos caminos que llevaba al parque principal de Konoha. Su paso era lento y tranquilo, su rostro cargaba con la misma expresión indiferente de siempre.

— Otro año que estaré solo… Extraño tanto celebrar esta fecha con mi familia —susurró. De pronto, la imagen de una chica tomó forma en su mente.

¿Por qué siempre tiene que estar detrás de mí, a caso no se da cuenta de que me incomoda?

Sus hermosos ojos azabaches se pierden en el paisaje, mirando sin mirar.

¡Esos ojos! Porqué diablos tienen que mirarme de esa forma tan… Enamorada; yo ni siquiera estoy interesado en ella. ¡Odio esa mirada!

Su ceño y sus labios se fruncen, recordando el brillo característico de aquellos ojos que no le abandonaban.

Pero, su sonrisa unas veces me tranquiliza y otras me exaspera ¡Diablos! ¿Por qué rayos terminé pensando en esa molestia?

Sasuke suspira, algo irritado, con la vista en el cielo. En ocasiones como esta ni él mismo se entendía.

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Sakura adornaba sus labios esa tarde con una linda sonrisa, mientras atravesaba uno de los tantos caminos al parque principal de Konoha, con un pequeño paquete que aferraba entre sus manos prensándolo contra pecho, señal muda de su nerviosismo.

Quiero verle sonreír y tener la dicha de saber que yo logré tal proeza, pero… ¿Cómo hacerlo si a cada segundo me aparta?

Como todos los días, estaba pensando en él, sólo que hoy analizaba el comportamiento del chico.

Quisiera que me aceptara, y si no fuera demasiado pedir, que me quisiera como amiga, aunque yo desee ser más para él.

La sonrisa de sus labios se borró y el brillo en sus ojos se desvaneció, reemplazándolo unas lágrimas rebeldes, que sin ser invitadas amenazaban con resbalar por sus níveas mejillas.

Sakura sabía que aquellos pensamientos eran una utopía irrealizable.

Desearía que, aunque fuera sólo por hoy, me permitiera estar a su lado.

Pese a sus suspiros melancólicos, Sakura guardaba una pequeña esperanza.

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Ambos caminaban absortos en sus pensamientos hasta que repentinamente, en el centro del hermoso parque, sus caminos se encontraron de una manera aparatosa: chocando entre sí.

Sakura se precipitó al suelo. Sasuke, en acto reflejo, extendió su brazo tomándola por la muñeca y la haló hacia él, evitando así que cayera. La chica se paralizó violentamente, ruborizándose en el acto.

El azabache la soltó enseguida, dispuesto a continuar su camino. Sin embargo, la voz de esa chiquilla molesta le detuvo en su sitio.

— ¡Gracias! Yo.... Mmm... —musitó Sakura sobrepasada por una repentina timidez—. ¡Feliz cumpleaños Sasuke-Kun! —finalizó inclinando su cuerpo, sin bajar el rostro dueño de unos brillantes orbes jades, al mismo tiempo que le extendía el paquete que con tanto cariño trajo para Sasuke.

Por breves momentos el Uchiha se mostró sorprendido, y en igual brevedad recompuso la mirada y expresión fría acostumbrada.

— ¡Hump! —fue su única respuesta, para seguidamente tomar el paquete con delicadeza y partir rumbo a su departamento, algo más tranquilo gracias a la mirada femenina.

Dejó a Sakura sola, feliz de que su regalo fuera aceptado, con la pequeña creencia de que tal vez aún quedaban esperanzas.

Ella lo siguió con la mirada hasta que desapareció entre las serenas calles, para entonces retomar su paseo, sólo que ahora su destino era su apartamento, no un hermético azabache.

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Después de una refrescante ducha, el Uchiha salió del baño en bóxers negros. Aún con varias gotas de agua resbalando por su fina piel, se sentó en su cama tomando entre sus manos el regalo de Sakura, destapándolo lentamente.

Era un portarretrato, en el que los emblemas de los clanes de Konoha enmarcaban una fotografía de los doce novatos que conformaban la generación de Sasuke, sus senseis y el Hokague. Anexo a éste una pequeña tarjeta rezaba:

Sasuke-kun, cada mañana al despertar podrás
darte cuenta de que ya no estás solo.


Sorprendido por tan escuetas y precisas palabras, detalló apreciativamente la foto, para finalmente colocar el obsequio sobre su escritorio, donde siempre pudiese verlo.